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miércoles, 5 de junio de 2013

O-yuki-san

En la antigua provincia de Mushashi vivía hace mucho tiempo un anciano leñador llamado Mosaku y su joven ayudante y aprendiz llamado Minokichi. Algunos dicen que eran padre e hijo y que vivían solos, otros dicen que el joven Minokichi era hijo de una viuda del lugar y trabajaba con el anciano desde muy niño. En cualquier caso, Mosaku tenía gran ascendencia sobre el chico, a quien quería entrañablemente. Cada día salían juntos a recoger leña a un bosque bastante distante del lugar; para llegar a él tenían que cruzar un río, habitualmente ancho y sereno, pero que al crecer arrastraba los puentes una y otra vez reconstruidos; la única forma de cruzar el río era mediante un bote gobernado por un barquero. Por la tarde, con la carga de leña sobre sus espaldas, volvían al lugar recurriendo de nuevo al bote y al barquero.

La historia empezó un día de invierno cuyo atardecer sorprendió a los leñadores de regreso a casa trayendo una inesperada ventisca de nieve. Corrieron hacia el río, pero el barquero ya se había ido, dejando el bote en la orilla opuesta; no había otra forma de cruzar el río más que nadando, pero, como es lógico, en una noche de ventisca en pleno invierno, esto no era posible. Encontraron refugio en la choza del barquero. Mientras encendían el fuego y comían lo que habían dejado del almuerzo, Mosaku le comentó a su joven compañero que su madre le había hablado de la conveniencia de que fuera pensando en buscar esposa, pues pronto cumpliría veinte años y su madre quería verle padre de unos cuantos niños antes de morir. Minokichi no tomaba demasiado en serio este asunto, aunque estaba dispuesto a obedecer a su madre, como debe hacer todo buen hijo en tan delicado tema como el matrimonio. Estando en esta conversación les fue invadiendo el sueño, hasta que se durmieron ambos protegidos por las tradicionales capas de arroz llamadas yukimino. Minokichi durmió inquieto por los vaivenes del viento y la nieve que azotaban las frágiles paredes de madera de la choza; se despertó a medianoche sobresaltado y se dio cuenta de que el fuego se había apagado, seguramente como consecuencia de un golpe de viento que había abierto la puerta, y de la nieve que empezaba a acumularse sobre las yukimino. Quiso levantarse a cerrar la puerta y volver a encender el fuego, pero sus miembros estaban entumecidos y sus ojos apenas veían. A la luz del resplandor de la nieve pudo, sin embargo , distinguir la figura de una mujer vestida de blanco cuyos vestidos y cabellos ondeaban al viento cubriendo su rostro; caminaba despacio por la nieve, como si no notase ni la furia de la ventisca ni el frío de los copos. Entró en la choza, se inclinó hacia Mosaku y sopló suavemente sobre su rostro; después se irguió y se volvió hacia el joven, se inclinó sobre él; pudo entonces ver muy de cerca aquella cara: la piel muy blanca, el óvalo perfecto, el cabello largo y negro, tan sólo un algo terrible que había en sus ojos rompía tanta armonía de facciones. Al acercársele, el leñador pudo notar cómo le penetraba un frío profundo e intenso como no había sentido jamás. Quiso escapar, pero sus miembros no se movían; quiso gritar, pero de su garganta no salía sonido alguno. Estaba indefenso ante ella. Cuando ya casi rozaba el rostro del joven con el suyo, la mujer se detuvo mirándole largamente; después, sonrió levemente y dijo con una voz que podía confundirse con el sonido del viento entre las ramas:

-Te tenía preparado el mismo destino que a tu compañero, pero tú eres joven y apuesto, te queda tanta vida que no puedo evitar apiadarme de ti; no te haré ningún mal, pero ten cuidado. Si en algún momento de tu vida cuentas a alguien lo que ha pasado esta noche, en ese mismo instante, te mataré. Por tu bien, no lo olvides. El viento agitó un poco más sus cabellos y a Minokichi se le nubló la vista por un segundo; inmediatamente recuperó sus facultades. Se levantó y cerró la puerta pensando en el extraño sueño que había tenido, encontrándole fácil explicación al recordar la charla de la noche. Creyó, pues, que entre la conversación, el viento y el resplandor de la nieve habían creado la ilusión de la mujer blanca. Preguntó a Mosaku si estaba bien, pero el anciano no contestó; se acercó a él y descubrió que su compañero habla muerto congelado. El barquero encontró por la mañana al joven, inconsciente, junto al cadáver de Mosaku. Las atenciones que le prodigó llegaron a tiempo y Minokichi salvó la vida, aunque estuvo muchos meses enfermo tanto por el frío que pasó aquella noche como por la pena de haber perdido a su amigo. Pero era un hombre fuerte y los cuidados de su madre acabaron por surtir su efecto, reparando su salud y su alegría. A pesar de los temores del joven, durante aquellos meses su madre no mencionó nunca nada sobre el matrimonio, demasiado preocupada, sin duda, por la salud de su hijo como para pensar en ese tema.

Llegó el día en que volvió al bosque y empezó de nuevo el trabajo y su vida cotidiana. Una tarde del invierno siguiente volvía el leñador del bosque cuando encontró a una muchacha muy bella que hacía el mismo camino. Saludó el joven, respondió la muchacha, y a Minokichi le pareció que aquella voz era la más dulce que se pudiera oír. Se llamaba O-Yuki y se dirigía a Edo, a casa de unos parientes, pues había perdido recientemente a sus padres y confiaba en que ellos pudieran ayudarla a encontrar trabajo de sirvienta en alguna casa. Por el camino rieron, charlaron, se enteraron de que ninguno de ellos tenía compromiso; en fin, tuvieron una agradable conversación en la que, sin embargo, hablaron más los ojos que los labios y aprendieron más el uno del otro con las miradas que con las palabras. Caía la noche cuando llegaron al pueblo, y tanto las hospitalidad como el deseo de no separarse de ella hicieron que el leñador invitara a la joven a pasar la noche en su casa en lugar de continuar viaje. La madre de Minokichi preparó la cena y poco a pòco, en el transcurso de aquella velada, volvió a su mente la conveniencia de que su hijo se casara. Se prendó de O-Yuki como nuera casi tanto como el leñador se había prendado de ella como mujer. Por fin propuso a la muchacha, cuyos modales y discreción le habían ganado su afecto, que se quedase unos días con ellos. Unas cosas trajeron otras y, finalmente, O-Yuki se casó con Minokichi. Así empezó un tiempo de felicidad en la casa del leñador que pudo dar a su madre la satisfacción de verle padre de cinco niños tan hermosos como su madre y tan sanos y vigorosos como él. En el lugar llamaban la atención por la blancura de su piel que, sin embargo, no alcanzaba la de O-Yuki. Cayó la anciana enferma y su nuera le atendió con tal cariño que la buena mujer murió con palabras de alabanza a la esposa de su hijo en los labios. Pasaron los años y la familia siguió creciendo hasta los diez hijos, todos igualmente sanos y hermosos. Las gentes del pueblo querían a la esposa del leñador aunque no dejaban de admirarse de que, al contrario de las demás mujeres a las que el trabajo y los hijos ajaban tempranamente, ella permaneciera tan joven y hermosa como cuando llegó. Todo era placidez en la vida de Minokichi y O-Yuki, y así hubiera debido seguir siendo toda la vida si Minokichi hubiera seguido guardando su secreto. Una noche, sentados junto al hogar, ya con los niños acostados, el leñador contemplaba extasiado el rostro de su mujer; ella sonreía, como siempre que su marido la miraba así.

-Al verte ahora -dijo el esposo plácidamente- me estás recordando a una mujer que vi una noche, un poco antes de conocerte, era casi tan bonita como tú e igualmente blanca.

O-Yuki no levantó la cara ni varió de expresión, tan sólo preguntó:
-¿Dónde la viste?, cuéntamelo.
Y Minokichi le contó todo lo sucedido aquella noche, la muerte de su compañero, la mujer vestida de blanco y lo que le dijo. Inesperadamente O-Yuki se levantó de la labor, mientras un viento gélido se desataba dentro de la habitación formando un violento remolino en tomo a ella, que le agitaba los cabellos y las ropas.
-Era yo -gritó enfurecida- era yo.
¡Te dije que no lo mencionaras jamás. Debería matarte como te prometí, pero tenemos diez hijos que tendrás que cuidar solo. Y lo harás muy bien, pues si no lo haces así haré yo contigo lo que mereces -sus últimas palabras sonaron como el viento entre las ramas mientras , convertida en niebla blanca, ascendía por la chimenea.
Nadie ha vuelto a ver a O-Yuki.

la chica del ojo rojo

Esta historia ocurre a finales de la decada del 50 en Japon. Un hombre de negocios, de apenas 20 años viajaba a traves de un pequeño pueblo después de un dia de trabajo. Pensaba que podria regresar a su casa antes del anochecer, pero la noche paso  mas rapido de lo que creia.
El joven se encontraba cansado y buscaba un albergue para no tener que dar la vuelta y regresar al pueblo anterior donde habia visto un hotel. Decidio preguntarle a los residentes del lugar si le daban aposento por una noche. Al parecer todo el mundo ya dormia o no habia nadie en casa ya que no veia luces en ninguna de las casas a las que llegaba. Finalmente el hombre encontro una casa con la luz prendida y toco la puerta. Un viejito le abrio y el joven le pregunto si podia darle alojamiento por una noche, que estaba dispuesto a pagarle de ser necesario. El anciano dejo entrar al joven aunque rechazo el dinero que este le ofrecia, ya q decia que no habia muchos visitantes por esos lares y que la compañía no le caia nada mal. El anciano le ofrecio una cena y luego llevo al joven a una habitación donde este pudiera dormir. El joven se percato que al lado de esta habia otra habitación, pero no le presto importancia. Le dio gracias al anciano y se acosto a dormir. Como a los 15 minutos de estar dormido, el joven escucho una suave melodía proveniente de la habitación de al lado. El joven sintio curiosidad y se acerco a la pared, mojo su dedo con saliva e hizo un pequeño hueco en la pared de papel de arroz. El joven miro por el huequito y noto que del otro lado estaba una hermosa mujer de largo cabello negro que cubria completamente un lado de su cara. La mujer cantaba y bailaba sola en la habitación. El joven quito la mirada del hueco mientras se preguntaba porque el anciano no le habia presentado a la chica. El canto de la muchacha dejo de escucharse y el joven volvio a mirar por el huequito en la pared, pero todo lo que podia ver era un resplandor rojo y nada mas. Pensando que estaba soñando, el joven se volvio a acostar. A la mañana siguiente, el joven se desperto y el anciano habia preparado desayuno para los dos. Mientras comian, el hombre le pregunto al anciano acerca de quien era la chica que estaba en la habitación de al lado cantando y bailando. El anciano quedo sorprendido y le dijo al joven que en esa habitación no vivia nadie, que una vez le pertenecio a su hija q habia muerto. Desafortunadamente, su hija habia nacido con una deformidad que le impidio encontrar a alguien con quien casarse y con el corazon hecho pedazos, se suicido.
¿Cual era la deformacion? Le pregunto el joven.
Ella habia nacido con un ojo rojo...
bien diego!

Bancho Sarayashiki

La historia de Okiku y de las nueve placas es una del más famosa de folklore japonés, y continúa resonando con las audiencias hoy.
La historia de Okiku es vieja, cuyos orígenes verdaderos son desconocidos; sin embargo, primero apareció bajo título Bancho Sarayashiki, la leyenda familiar del fantasma. En 1655, en el Periodo-Edo, un samurai del shogún Aoyama Harima ha caído en amor con una muchacha joven llamada Okiku. Aoyama habia prometido casarse con ella, pero ha recibido recientemente una oferta de unión propicia de una tía. Aoyama promete Okiku que él honrará su amor, y rechaza la oferta. Okiku rompe una de las 10 placas de la herencia que son el tesoro del hogar de Aoyama. El castigo tradicional para romper una de las placas es la muerte, que es exigida por la familia de Aoyama. Al principio, Aoyama se convence de que Okiku rompió la placa accidentalmente, pero cuando Okiku revela que ella rompió la placa como prueba de su amor, Aoyama se enfurece y la mata. Él entonces lanza su cuerpo abajo de un pozo. Después de eso, el fantasma de Okiku vuelve para entrar en la casa y para contar las placas, una a una. Y cuando va por la novena rompe a llorar. Encontrándola en el jardín, Aoyama ve que su cara fantasmal que rompe en sollozos desgarradores, repetidamente atormentando al samurai. Finalmente, la venganza se realiza Aoyama se hace el "Seppuku".
(En una versión alterna, Aoyama desea Okiku y la acusa falsamente de romper una placa de modo que él pueda ofrecer perdón a cambio de su amor. Cuando ella lo rechaza, él la mata.)

Oiwa y Iemon

La historia es acerca del asesinato del suegro de Iemon, un rnin desempleado, casado con Oiwa. Iemon mata a su suegro porque su suegro sabia las cosas malas que El había hecho. Pobre y sin dinero, Iemon fue obligado a dedicarse a hacer sombrillas de papel encerado para mantener a su delicada esposa Oiwa y a su hijo recién nacido. Esta situación lo llevo a resentir a Oiwa.

Iemon es convencido de unirse a un plan para casarse con la bella nieta de un vecino rico que esta enamorada de Iemon. Para asegurar el nuevo matrimonio, Iemon y el vecino planean matar a Oiwa. Iemon le pone veneno a una medicina para Oiwa que se supuestamente le devolvería sus fuerzas. El veneno no la mata pero la desfigura, causando la perdida de todo su cabello y de un ojo. Cuando Oiwa se ve en un espejo su desesperación al verse deformada y el saber de la traición de su esposo causan su muerte.

Cuando Kobote Kohei, un serviente fiel a Oiwa se da cuenta de su muerte, Iemon lo acusa de robo y lo manda a ejecutar. Iemon luego manda a crucificar los cuerpos de Kohei y Oiwa en los partes de una puerta de madera que es entonces tirada en un río cercano.

Creyendo que sus problemas se habían terminado, Iemon planea su nuevo matrimonio. En el día de la boda, Iemon descubre el velo de su nueva esposa pero lo que ve es la cara desfigurada de Oiwa. Iemon inmediatamente la decapita pero descubre que en realidad ha matado a su nueva esposa. Iemon, horrorizado por lo sucedido corre a la casa de su vecino para confesar, pero ahí encuentra al fantasma de Kohei. Iemon corta al fantasma pero luego se da cuenta que en realidad ha matado a su nuevo suegro.

Desde entonces, la persecución continua con el espíritu vengativo. Iemon ve la cara desfigurada de Oiwa en cualquier parte que va, aun en linternas. Para tratar de escapar, Iemon se retira a las montanas y se va a pescar pero en lugar de peces El atrapa la tabla con los cadáveres de Oiwa y Kohei. Iemon huye a una cabina en Hebiyama donde las cuerdas y lianas en la cabina se transforman en serpientes y el humo del fuego se transforma en el pelo de Oiwa. Al huir de la cabina, Iemon se topa con su cuñado que lo mata y venga todas las muertes.Oiwa dice también que se vengará de cualquier actriz que represente su historia en el cine o el teatro.

una silla maldita

En Korea, como en otros paises asiaticos, es muy importante estudiar mucho y ser un buen estudiante. Una chica se esforzaba mucho pero era muy difícil. No era que el material era muy difícil, sino que su espalda le dolia a los pocos minutos de sentarse en su silla en el salon. La incomodidad no le permitia estudiar correctamente y sus notas empezaron a declinar. Su madre se mostro preocupada y llevo a su hija a varios doctores, pero ninguno encontraba algo malo en la joven. Lo curioso era que la chica podia concentrarse tranquilamente sin dolor en cualquier otra silla a excepcion de esa. La madre desesperada consulto con una adivina y esta le aconsejo q tomara una foto de ella usando la silla en cuestion. La madre tomo la foto y cuando la vio, se sorprendio de lo que vio. En ella aparecia su hija, pero tambien aparecia otra chica con una soga al cuello ahorcandose, la cual trataba de apoyar sus pies en los hombros de su hija. Esa chica era la antigua dueña de la silla q se habia ahorcado saltando de esa silla cuando no aguanto mas porque no podia con la presion de las notas en la escuela.

El rompecabezas

Habia una mujer que vivia sola en un pueblito pequeño. No tenia familia, amigos, solo su casa y su hobbie, el resolver rompecabezas, algo que amaba con pasion y se sentia orgullosa de completar rompecabeza que cayera en sus manos. Sin embargo, llego un momento en que ya no habia rompecabezas que completar.

Un dia, mientras iba de compras, paso por una venta de patio y vidajeneando los productos, se encontro con una caja sencilla que tenia escrito rompecabezas encima. Emocionada ante la posibilidad de terminar un nuevo rompecabeza, le pregunto al dueño cuanto pedia por el, pero este se asombro de que la mujer hubiera encontrado la caja y se la quito, negandose a venderla y la puso de nuevo en el garage. La mujer trato en vano de convencer al hombre y finalmente se canso de discutir y espero a q el hombre se descuidara para luego robarse el rompecabezas y corrio a su casa. Una vez en su casa, se sentia mas animada. Tenia un nuevo rompecabeza y no esperaba la hora para empezar a armarlo. La mujer empezo como todo el mundo, armando los bordes primero. Mientras colocaba las piezas en su lugar, noto que la imagen q aparecia en el rompecabeza era parecida a la de su sala. Intrigada, siguió armandolo y mientras avanzaba, noto q aparecia su mesa del comedor y sus sillas. La mujer continuo uniendo las piezas hasta q se dio cuenta de q la mujer q aparecia en el centro del rompecabeza era ella. Temerosa, coloco la ultima pieza del rompecabeza, la ventana detrás de ella. La mujer se quedo petrificada, mirando el rompecabeza, pues en la imagen de la ventana veia la cara de un hombre mirandola.
Lo ultimo q la mujer escucho fue el sonido del vidrio rompiendose...

bailando

Habia una vez un solitario joven que vivia en el 8vo piso de un edificio de apartamentos. El joven solia mirar por la ventana pensando si algun dia encontraria el amor verdadero. Un dia, el hombre descubre la silueta de una mujer bailando en circulos en un apartamento frente a su edificio. La cortina del apartamento se encontraba corrida asi que el solo podia ver su silueta. Todos los dias el joven se asomaba a la ventana y veia a la mujer bailando desde su apartamento. El joven se enamoro de la mujer y decidio ir a visitarla. El joven llevaba flores y se dirigio hacia el edificio de enfrente. El joven toco la puerta pero nadie contestaba. El joven trato y trato y nada. Le parecio extraño que nadie abriera la puerta si habia visto a la mujer bailando minutos atrás. El joven se preocupo de que algo le pudiera haber pasado y decidio entrar a la fuerza. El joven tumbo la puerta y lo que vio le rompio el corazon. La mujer se habia colgado del techo frente a la ventana y su cuerpo se tambaleaba de lado a lado, como si estuviera bailando.

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